Crónica de una cortada de cordón umbilical


Hace una semana estaba arreglando mis maletas para viajar a Montreal, mientras recibía la noticia de que habían capturado al desgraciado que le disparó a mi papá. Era una sensación extrañísima; en vez de estar feliz, tenía rabia, una ira acumulada porque esa captura fue otro factor que indica que mi papá está muerto. Sé que suena estúpido pero, quizás, al no verlo sin vida, no he asimilado completamente que ya no está en esta dimensión. De todas formas creo que era imposible estar “feliz”. Nada me devuelve a mi hombre favorito.

En estas maleticas iba no solo mi ropa, sino libros (nuevos y viejos), perfumes, pastillas, cremas, maquillajes... And I suck at packing.

Estaba con mi hermanita y mi primo hermano metiendo –zampando, más bien- todo en dos maletas medianas, una de mano y un backpack con mis zapatos y, definitivamente, apesto al empacar. Pero, ¿cómo no? Es que odio empacar. AP se despidió de mí (y desde ese día no he vuelto a hablar con ella) y a eso de las 5 de la tarde, DV llegó por nosotros. Nosotros = Mi hermana, Jose (mi primo) y yo.

Cogimos una vía principal rumbo al aeropuerto Eldorado, vía que está vuelta nada como un gran porcentaje de la infraestructura vial de Bogotá debido a la construcción de Transmilenio. Nos perdimos un poco, sin embargo, salimos triunfantes y antes de las 7 de la noche estábamos en el aeropuerto haciendo fila, pensando en si me cobrarían sobrepeso o no, qué cuánto costaría, que el bolso-backpack lo dejara con mis acompañantes y no lo mostrara al hacer check-in; en fin, hablando banalidades en torno al viaje.

A las 7 y 30 abrieron la ventanilla, llegué al counter, tenía algo de sobrepeso, le hice “caritas” a la que me atendió y problema resuelto. Rápidamente estuve de nuevo con mi mi gente. Estaba “casual”. Cuando tienes un tiquete de ida, sin regreso, a más de 8.000 kilómetros de tu país, de verdad que no reaccionas… es como estar en estado de shock, creyendo que el viaje es otra de tus tantas (¿pocas?) vacaciones.

Quería alcohol, así que nos fuimos a uno de los tantos sitios para comprar bebidas en el aeropuerto y pedimos unas cervezas. Ya estaba sintiéndolo. ¿Qué, exactamente? Ni idea, pero el estómago no estaba cómodo, pues sabía que lo iba a sacar de su hábitat natural. Mi cerebro se demoró más… creo que aún no entiende qué ha pasado.

Llamé a mis familiares cercanos. Me hubiera gustado hablar con más personas. Con algunos casi lloré porque me siento culpable de haber sido tan ingrata. Y soy ingrata en el sentido de no ponerme en contacto, pero siempre pienso en la gente que amo, que quiero, en aquellos que han estado conmigo en el 2011, el año más difícil de mi vida. Y claro, siempre pregunto por ellos para saber cómo están.

Hablé con mi mamá (de ella me despedí en Cartagena y mi vuelo a Montreal salió desde Bogotá) y se me arrugó el corazón. De hecho, de solo recordar lo que sentí en ese momento se me aguan los ojos. Pensar que no la voy a ver en, al menos, un año, me estremece. Recordar que el cuerpo humano es frágil y en cualquier momento me voy o se va ella, me debilita. Trato de no pensar en eso. Muchos de ustedes me imagino que ni caen en cuenta de ese asunto. Yo era así: para mí, así como mis padres no tiraban, tampoco se iban a morir. Los iba a tener ahí para mí, por siempre. Pero cuando te arrebatan a un padre de manera violenta e inesperada, empiezas a valorar las cosas verdaderamente importantes, como un abrazo de tu mamá y el tiempo que pasas con ella… o bueno, si no tienes mamá o no te llevas bien con ella, me refiero a tus seres queridos.

Mi mamá me dijo “cuídate” y yo me eché a reír porque sabía a qué se refería. Y ella prosiguió: “sí, sin pelos en la lengua te digo que te cuides con condones”. Laura Gómez sabe todo de mí, lo bueno, lo malo y lo feo, por eso sabe que mi matrimonio me ajuició y, ahora que estoy soltera, sabe que mi padre y sus defectos vivirán y se expresarán en mí de una manera, digamos, desordenada.  Mejor dicho, el apellido al natural.

También hablé con mi flaca, me hermanita menor que cumple 14 años este lunes. Esa niña me alegra la vida, me hace reír. Es una carajita tan inteligente y con una actitud tan madura ante la vida que se ríe y se burla de sí misma. Para eso se necesitan cojones, ¡carajo!

Al terminar las llamadas, veía a mi hermana mientras nos tomábamos las cervezas. Yo, y creo que ella también, hacíamos un esfuerzo sobre humano para actuar como si nada extraño estuviera pasando. No queríamos empezar a llorar desde ese momento.

Ahí estaba sentada, viendo muchas personas con maletas, pensando en que de verdad, por primera vez, iba a empezar una vida nueva. Allí estaban, aparte de mis otros hermanos y mi mamá, las personas que más cerca he sentido en estos 5 meses desde que pasó lo de mi papá: mi negra, mi primo y DV. Con ellos he llorado, he puteado, he maldecido, he reído…

Llegó el momento de “la despedida”. Cantemos como Daddy Yankee: “antes que te vayas dame un beso… sé que soñaré con tu regreso”. En fin, abracé primero a DV, luego a Jose y por último a mi negra bella, a esa mujer que yo sigo tratando como niña y que simplemente me niego a dejar crecer por sí sola. De nuevo se me aguan los ojos. Este viaje ha sido como un desmembramiento para ambas.

Le pedí perdón a mi negra por no haberla dejado crecer, por consentirla sin sentido, por mantenerla bajo mi falda y no dejarla volar. Le dije que ella era fuerte, muy fuerte, y que podría llevar las riendas de toda la situación de mi papito sin mí, sino que no se había dado cuenta porque yo no se lo había permitido. Le recordé que valorara estar en Cartagena con mi mamá y mi otra hermana y que fuera feliz porque están juntas. También le dije que yo estaría en Montreal arreglando todo para su llegada, como siempre: yo llego primero a una ciudad ajena, como mierdita y le alisto su cuarto con sobre cama de Agatha Ruiz de la Prada. Por último les grité a los 3, antes de entrar a la sala de espera: “bueno, ya, lárguense”.

Entro y llego al duty free y para subirme el ánimo y oler rico le pregunté al vendedor de La Riviera que me recomendara un perfume cítrico delicioso, me recomendó L’eau de Carolina Herrera que huele muy promaveral (tú sabes, hay que empezar a hablar con la jerga de las estaciones) y lo compré, pero es muy caro para lo que dura en mi piel. Tengo que echármelo como splash y así no aguanta.

Se atrasó el viaje hora y media. No pude dormir durante el vuelo, como cosa rara. Tampoco podía leer del cansancio, así que intenté verme Midnight in Paris, la última película de Woody Allen pero me la cabeceé, no por mala sino, repito, por cansancio.

A eso de las 7 de la mañana llegué a Toronto, me tocó caminar como 20 kilómetros en el proceso de hacer la conexión, en Inmigración no me preguntaron nada, ni siquiera cuánta plata llevaba. Debe ser porque le mamé gallo al tipo que me atendió. En ese aeropuerto compré el agua más cara de mi vida, ¡5 dólares!

Puntual salió el vuelto a Montreal, puntual llegué al aeropuerto de esa ciudad, mis maletas salieron casi que de primeras y listo. Demoré en encontrar a mis nuevos amigos, Adri e Iván, quienes me dieron posada desde que llegué hasta este sábado que me mudo a una habitación. Pero no solo me dieron posada, sino que me han llevado a hacer de cuánta vuelta, desde pedir citas en Inmigración hasta comprar toallas higiénicas. Han sido unos ángeles.

Primera foto en Montreal, desde el avión

Así termina esta crónica de un viaje anunciado o, mejor dicho, la crónica de una cortada de cordón umbilical. Aún mejor: del inicio de la cortada de cordón umbilical.

Un Comentario

  1. Vivi Goelkel

    Lau, qué chévere ha sido seguir tu viaje. Estoy a punto de cumplir un mes en Francia y me identifico con muchas cosas. Una vez más, me gusta blog. Un abrazo.

  2. Sandrah

    Montreal está en canada verdad? Debe ser chido irte a vivir a otro pais aunq sea por unos meses. Yo he querido irme a estados unidos desde q era niña.*suspiro* Algún dia será.

    Saludos

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