No veo la hora de irme a enamorar, de nuevo, de mi hermosa Cartagena


Yo quería esta foto inmensa para regalársela a mi mamá. No solo es una hermosa imagen de Cartagena, sino que la tomó uno de mis mejores amigos, Sebastián Moreno. Miren más de sus fotos en http://instagram.com/seabasmoreno

Yo quería esta foto inmensa para regalársela a mi mamá. No solo es una hermosa imagen de Cartagena, sino que la tomó uno de mis mejores amigos, Sebastián Moreno. Miren más de sus fotos en http://instagram.com/seabasmoreno

Yo no soy de las que cuenta los días para el cumpleaños… pero sí los cuento para irme de vacaciones a Cartagena. También cuento los días para la libertad, pues el 17 de diciembre tengo mi último examen de la maestría y en mayo me habré graduado de McGill.

Me siento cansada y no veo la hora de cerrar los libros académicos y dedicarme a leer lo que me dé la gana, así sea Twilight. No veo la hora de recoger la maleta que me prestará mi amiga KC para llenarla de la ropa que mi mamá me tiene que arreglar porque nunca recuperé los kilos que perdí. Claro, también va medio llena de regalitos para mi mami y mis hermanitas, mis hermosas Lauras.

Pero más exactamente, no veo la hora de estar en Cartagena, quejándome
del calor
del tráfico
de la pitadera
de la falta de vías y el exceso de turistas
del mar de leva que llega hasta la San Martín
de las alcantarillas desbordadas cuando llueve
del pelo que se me pone como una tusa y saca el león en mí
del bozo (¿boso?) sudado
de los piropos espantosos y plebes que le echan a mis hermanas y a mi mamá cuando salgo con ellas (yo ando muy blanca y flaca para gustarles a los cartageneros)
de las colas interminables en el Carulla de la Cuarta (en particular cuando voy a comprar la leche y me pongo en la cola de «10 productos máximo» pero la gente es tan desconsiderada que se pone ahí con el mercado de dos meses y la cajera no dice nada)
de manejar a la defensiva y pitar cuando paso por una calle donde yo tengo la vía pero el que tiene el Pare pasa como perro por su casa
de cambiar de desodorante cada semana para evitar el olor a mico
de las playas horribles y sucias pero igual ir a broncearme
de los buseteros con su «esparring» gritando el destino (como si uno no supiera leer)
de los vendedores ambulantes de la playa que quieren venderme de todo a precio de extranjera
de las masajistas en la misma playa tocándome sin permiso
de mi mamá regañándome porque no debo fumar en la casa
y de mi mamá otra vez porque no me deja prender el aire acondicionado cada vez que yo quiero!!!

Pero más feliz que’l putas al lado de mis Lauras en esa ciudad que me vio crecer… en esa ciudad a la que fuimos a parar porque mi papá así lo decidió. A esa ciudad que me hace decir con orgullo que soy Cartaquillera.

Claro, también estoy feliz porque voy a ver a mi pocas amigas, la mayoría de ellas paridas, que espero no anden diciendo a mis espaldas que ando solterona y perdida por la vida, porque yo me encontré hace rato y las encontré a ellas en mi camino y las amo con locura. Y las que no están paridas son mis compinches y tampoco veo la hora de sentarnos a quejarnos de todo y de todos.

Sí, señoras y señores, me quejo, that’s my thing, pero allá me quedo por dos meses y no veo la hora de asomarme por la puerta del avión y sentir la humedad como aliento cálido de perro en mi cara y decir, «carajo, por fin llegué».

Bueno, regreso a mis estudios…

Contando los días para estar "free as a bird"

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