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Ibiza, la isla de las glorietas – Vacaciones 2017 Parte II

*SEGUNDA ENTREGA DE LAS HISTORIAS DURANTE MI VIAJE A ESPAÑA Y GRECIA EN AGOSTO DE 2017.

Definitivamente, gusto en conocerte, Ibiza… pero estoy muy vieja para volverte a ver.

Ibiza y yo no hicimos clic de una. La verdad es que desde que la vi me causó desconfianza: llegué al aeropuerto y no eran ni las ocho de la mañana y en los 20 metros que caminé desde la salida hasta donde se toma el shuttle para recoger el carro alquilado vi, al menos, unas cinco personas vomitando. Cuando digo “personas” quiero decir “pelaos”. No tendrían más de 22 años.

Ibiza me dio la sensación de ser esa ciudad a la que uno va entre los 15 y los 25 años a volverse mierda con ganas, porque sabemos que nadie conocido nos va a ver, y los conocidos que nos puedan ver estarán igual o peor que nosotros y muy probablemente tan intoxicados (de pepas o alcohol) que ni se acordarán de lo que ellos mismos hicieron. Da paz saber que puedes ir a hacer esas cosas que siempre has querido hacer y que nadie te va a juzgar… solo tú mismo, si te acuerdas.

Esto fue el día 4. Como dije, llegamos a eso de las ocho de la mañana y mi hermana Fernanda hizo la reserva del carro a las 12 del día, así que nos quedamos como unas huevas esperando. Ellas (Fernanda, mi hermana menor Cristina –la “chiqui”, y la amiga de Fernanda –Betty o Laura Beatriz) estaban dándole a las redes sociales mientras yo hacía cuentas. Hacer cuentas se me ha convertido en un hobbie. Es como ir al gimnasio: me da jartera empezar, me duele, pero al final me desestresa. Coño, sí que estoy vieja.

Una vez pudimos coger el carro nos fuimos al Amistat Island Hostel Ibiza que había reservado desde marzo o abril y la verdad, para ser un hostal, me pareció lo máximo. Dos literas para las cuatro y baño en nuestra habitación. La atención al cliente, maravillosa. Nos pusimos vestido de baño y nos fuimos a Cala Comté. Ese mismo día nos dimos cuenta de que Ibiza se ve pobre y como que no la quieren: las vallas están desteñidas, los edificios se ven dejados y no hay semáforos sino glorietas, o “round-points” o “round-abouts”… no sea marica, “rompóis” o “rombóis”. Betty nos dijo que eso hacen las ciudades que no le quieren meter plata a las calles. Me dio hasta tristeza…

Las Lauritas de papá. Este día se me rompió la chancleta. Bastante que duraron cuando costaron 5CAD en Ardene…

 

Y nos tiramos de un peñón y fue muy cool.

Ese día me dio alergia. O sea, soy cartagenera (está bien, cartaquillera) y me da alergia el sol. Que desdicha. Ese día me di cuenta de ciertas cosas que se me antoja recomendarles si van a Ibiza:

  • Se necesita carro, si no, le toca conformarse con las playas cerca del centro que se parecen a las playas de Castillogrande en Cartagena. Fo.
  • Si va a ir a las playas, vaya temprano. Si va después de 12 del día no va a encontrar parqueadero cerca. Igual, recomiendo que no parquee tan cerca de la playa porque salir será miserable: la gente pone el carro donde quepa y hay veces que las calles (trochas) son tan angostas que toca echarse un buen tramo en reversa para ver si alguien pasa y uno logra salir.
  • Una vez toque arena con sus pies, camine, no se quede ahí mismo porque el gentío es insoportable. Tipo hacinamiento, pues, a lo “quítate tú para ponerme yo”. Además, si camina un poquito, el agua siempre es más clarita.

El día 5 descubrimos Hunza Ibiza, un restaurante con opciones vegetarianas y veganas muy rico y a muy buen precio. El bowl de acai o de pitaya rosada con granola son de ensueño y no costaban más de siete euros. Además, tenían desayuno latino: ¡con arepas!

¿Qué tal espectáculo?

Ese mismo día fuimos a Ushuaïa a ver Big de David Guetta y ustedes no saben la emoción de ver al man abriendo con Mi Gente de JBalvin. En este video pueden ver la gritería de las niñas y además, algunas imágenes del hostal.

Y digo “la gritería de las niñas” porque en ese momento yo ya me había ido para atrás. Después de bailar con dos DJs y conociendo cómo me pongo con los tumultos, me fui a la parte de atrás porque de todas formas quería ver a Guetta, pero sin que me diera un soponcio. Bailé como loca cuando tocó Mi Gente (tenía espacio para hacerlo) y escuché unas cuatro o cinco canciones más… luego me salí. Lo admito. Me salí. Me senté en una banca a ver a la gente pasar… pero se oía la música… ¿soy una loser? De malas. Tenía que salir por mi salud mental.

El día 6 fuimos a Portinatx, a Cala Xarraca para ser más exactos. Sin palabras. Vean el video.

En la noche fuimos a cenar a The Golden Buddha. De las mejores jartadas de mi vida. Cuatro tragonas comimos con 80 euros, y eso incluye dos pintas de cerveza cada una. Recomendado. Se ve el mejor atardecer de Ibiza.

Y eso que una cámara jamás mostrará los colores de un atardecer.

The Golden Buddha.

Lo más divino de este viaje: haber viajado las tres Lauras. Es la primera vez que estaba con las dos de vacaciones no en Cartagena, en un reencuentro navideño, sino de vacaciones. Sentí que ya nos emparejamos, que ya podemos hablar de (casi) todo, y que podemos mostrar nuestros “true colors”. Como dijo la chiqui: nos unimos más. Además, saltamos de un peñón alto y fue demasiado espectacular.

De las cosas que quiero olvidar: que el carro se me quedó atascado en la arena. Aun no entiendo cómo guardé la compostura en medio del calor sofocante, la angustia de que el carro no saliera –no pagué el seguro de asistencia de carreteras y no me imaginaba a mis tres chuchonas empujando–, y el olor a caucho quemado… Hasta Fernanda se sorprendió de mi tranquilidad. Para ser honesta, hasta yo me sorprendí con mi tranquilidad.

Por eso –y por todo lo demás, digo, Ibiza, un gusto conocerte, pero estoy muy vieja para volverte a ver.

Por ahora me despido… Ha sido un largo día: Marisol se regresó ayer a Colombia y la extraño. También extraño a mi amor gringo que estuvo acá una semana y se fue hoy. Interesante pasar de una semana de tener dos personas en mi casa (y un gato) a un día en que llegas y sabes que no habrá quien te diga hola. Por lo menos me dicen «miau» así sea para pedirme comida.

Pronto: Atenas, Santorini, Folegandros y Milos. Por lo pronto, si no han leído entradas recientes sobre mis vacaciones soñadas:

Reflexiones antes de que comience el viaje
Mis tips para viajar: Número 1. No deje el cargador del computador
Welcome back! Regresando al trabajo después de tres semanas de vacaciones
Barcelona, la Cartagena de mis sueños – Vacaciones 2017 Parte I

Barcelona, la Cartagena de mis sueños – Vacaciones 2017 Parte I

*Primera entrega de las historias durante mi viaje a España y Grecia en agosto de 2017.

Pasando por la pensión coral… me acordé que mientras estudié en Uninorte se me pegaron muchas palabritas killeras, pero hubo dos que voluntariamente no quise incluir en mi vocabulario: coral y barro.

El día que cumplí 35 años estaba en Europa. En Barcelona, específicamente. La verdad creo que muchos, incluyéndome, tratamos de cambiar de ambiente cuando cumplimos años: no ir al colegio o a la universidad, no ir a trabajar, viajar.

Cuando vivía en Montreal me fui a Toronto a cumplir 31, a Halifax a cumplir 32. Los 33 los cumplí re mamada post-Panam Games y me fui a la casa de Scarlet a beber whisky… los 34 los cumplí en la oficina. Triste fue cumplir los 30 mesereando en un matrimonio corroncho en Renaissance… al menos Katy estaba conmigo. Este viaje es una celebración especial de mis 35; es una reivindicación a esa cumplida de 30 años mientras servía comida por primera vez en mi vida. Nada malo con ser mesero, pero no es como te pintas cumplir los tan temidos 30.

El Día 1 de mi viaje fuimos a Montgat. Fue muy satisfactorio oler agua salada después de año y medio. Yo, bien blanca y desteñida, igual vengo del mar. Se tomaron unas buenas cervecitas.

Estrella «damn»

 

El Día 2 de mi viaje, mi cumpleaños, fue la visita al Museu Picasso de Barcelona. Me impresionó mucho ver la evolución del artista y más aún, su talento desde muy joven: esos retratos que datan de la última década del siglo XIX, cuando no tenía ni 20 años. Yo tengo 35 años y los únicos talentos que tengo son comer y dormir. La pintura “Primera Comunión” de 1896 es simplemente imponente, por su tamaño y detalle, y ni hablar de “Ciencia y Caridad”, de 1897. En la misma sala se pueden ver unos mini bosquejos de esta última obra, sus borradores.

Podría seguir hablando de las obras, pero no soy crítica de arte. Las que más me gustaron de la época antes de 1900 fueron “Hombre al estilo del Greco”, “Menú 4Gats” (que se la pidieron para el menú los dueños del sitio donde él parchaba) y los bosquejos/sketches en tinta sepia a pluma sobre papel. La parte del museo que guarda sus obras influencias por impresionistas y puntillistas es mágica. De mis favoritas, Blanquita Suárez, de 1917.

Salí llena de colores del museo y caminamos por el barrio gótico, almorzamos en Ca La Marcé, y yo iba feliz en esta ciudad donde a la cerveza de 200-250 mililitros se le llama caña, hay caña en cada esquina, y cada edificio parece una obra de arte.

 

Dándole a las cañas en Ca La Mercé

 

Me fue bien con el servicio al cliente: estaba vestida de H&M mientras entré a tiendas como Loewe, Carolina Herrera, Gucci, y me sentí divinamente atendida. Volveré.

En la noche, aunque esta que escribe quería dormir, Fernanda (mi hermanita vivía en Barcelona hasta el martes pasado) y su amiga Betty (ahora, una hermanita más, conocida en la familia como Laura Beatriz) me llevaron al bar de sus amores, George Payne, un pub rojo que me deleitó con todas las canciones de mi época, desde She de Greenday, pasando por Country House de Blur y The Bad Touch de The Bloodhound Gang.

El Día 3 se fue en alquilar carro e ir a Figueres a visitar la Casa Museo de Dalí (Castell Gala Dalí – Púbol). Estaba mamada luego de acostarme como a las dos de la mañana celebrando mi cumpleaños. La falta de sueño y el jet-lag me estaban pasando factura y mientras manejaba tenía que forzarme a hablar para mantenerme despierta. Llegué al museo y no se me olvidó el cansancio, pero lo hizo más aguantable. Es un sueño: cada pintura, escultura, sala. Para mí era mentira estar en el museo del artista cuyas obras yo ponía de fondo de pantalla del computador en esas épocas en que uno hablaba por ICQ y se conectaba por teléfono. Me fasciné con “Autorretrato blando con bacon frito”, por lo frita, y con “Violetas Imperiales”, por lo contundente de su mensaje y lo oscura… la mayoría de las cosas que yo conocía de Dalí están llenas de color.

En la tienda del museo quería comprar todo. Me arrepiento de no haber comprado los mugs de mujer y hombre: bigote de Dalí, boca de Gala. Hubieran sido mi primer aporte a mi casa cuando vuelva a vivir con un hombre.

 

Dalí y su bigote.

Dalí y su bigote.

 

De las anécdotas que quiero recordar de manejar en España es el trayecto con señales que te indican que vas camino a Francia… mis ancestros, tan lejos y tan cerca. También quiero recordar la pagada de peaje con tarjeta de crédito; fue muy interesante, sobre todo teniendo en cuenta que cuando llegamos a hacer la cola eran como ocho carriles y yo entré en pánico mayúsculo porque ni Fernanda ni yo teníamos cash, y solo veíamos las opciones de cash y un ícono de una tarjeta… nosotras, en nuestra ignorancia, pensábamos que se refería a una tarjeta exclusiva y ya nos imaginábamos echando reversa y los demás conductores mentándonos la madre. En las casetas no había agentes, pues todo era a punta de maquinitas, así que no había ni a quien pedirle auxilio. A unos cinco metros vemos un man de overol naranja y con las caras de susto le gritamos: “¿hey, esa tarjeta qué, especial o de crédito?”, “de crédito” le escuché gritar de vuelta, pero estoy casi segura que entre dientes debió terminar su respuesta con “idiotas”. No importa. Todo bien. Saqué mi tarjeta y pagué sabrosos 11 euros de peaje.

De las anécdotas que no quiero recordar es el menú más horrible que me comido en la vida: una carne que decían era de res pero para mí era de caballo. Tampoco quiero recordar que ese día dormí de 9 de la noche a 3 de la mañana: viajábamos a Ibiza a las 6 de la mañana.

Barcelona, la Cartagena de Europa, ciudad siempre viva, siempre concurrida, se encontraba un poco vacía y triste el fin de semana del 18 de agosto. Estaba de luto por el atentado en La Rambla. La Sagrada Familia estaba sin luces y la Fuente Mágica de Montjuïc estaba apagada.

Barcelona es una delicia.

He de regresar a Barcelona.

Foto casual. Porque me dijeron que ya no es cool posar.

Próxima entrega: Ibiza, la isla de las glorietas.

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